domingo, 7 de diciembre de 2008

Por Bulnes


Desde el Urriellu
por Bulnes
a Poncebos





Por Bulnes
(De Fernando Martín Posada)


¡Monte de frente altiva,
corona rectangular de tus valles,
de tus ríos precipitados
en mil cascadas,
de piedra en piedra,
privilegio y don es contemplarte!

Hacia abajo, vertientes escarpadas,
rudas, pero profundas y tiernas,
acunan al río, que recién nacido,
ya corre, salta, brinca y habla
con las piedras de abajo.

Hacia arriba, un prodigioso
silencio, sólo distraído
por la silueta de las águilas,
dan sentido a los ojos,
gracia a la mirada y gusto de Dios
a medio camino del cielo.

Mi Asturias del Alma

Mi Asturias del alma

Ayer me quedé en la montaña,
me quedé a solas con mi Asturias,
mi Asturias del alma.
Ayer me quedé en la alta cima
con el silencio cara a cara.
Ayer..., gocé ayer con la niebla,
gocé el juego de los fantasmas:
ora te tapa esta ladera,
o descubre aquella vaguada
y muestra infinitos sus pechos
mi Asturias del alma.
Ayer robé felicidad
al cielo y a su nieve incrustada,
a los bellos Picos de Europa
entre Infiesto, La Pola y Nava.
Ayer vi a mi Asturias desnuda
con frescos pechos descuidada
y el viento nordeste barriendo
brumas y nubes rezagadas.
Ayer subí al pico más alto,
cogí a Dios su mano dorada,
vi su paz de rostro sereno...,
y su tierna voz desusada
mi piel estremeció y mis labios...
Y quedó en la montaña
mi rostro atrapado con rostro
de Dios en mi Asturias del alma.
Fernando Martín

Urriellu


El Urriellu

(5-agosto-1904=> 5-agosto-2004
Centenario de la primera escalada)

Urriellu... ¡Majestad!, rey de los Picos de Europa,
paredes de hermosas gestas, aferradas al cielo,
y resistentes, con orgullo, al desgaste
de aguas, nieves, soles y vientos,
mito de alpinistas, trono que gobierna
un imperio de afilados surtidores de piedra y cielo,
cuerpos milenarios de hierática robustez,
dolores despedazados de forma enfurecida,
naturaleza indómita, emblema de Asturias,
divina sinfonía en la luz de la nieve,
escritura milenaria esculpida por el viento
entre abismos y pechos de roca.
¡Cuánto dicen tus piedras en mi alma!
¡Cuánto respetan los ojos que te miran!

¡Urriellu!... terrible pared vertical,
soberano de estas montañas.
¡Urriellu!...peña, peña, peña...
por tres partes
y la cuarta parte...
¡también peña!
¡Qué hondo respeto en el paisaje!
Con la mirada puesta en ti siento mi alma libre,
como las aguas que se deslizan peñas abajo,
como los anhelos que se escapan corazón arriba.
Desde abajo miro con respeto tus montañas,
desde arriba, después, las admiro con ternura;
el aire de sus cimas juntan alma y cielo.
Cantándote encuentro la ilusión de viejos sueños
y la gracia de ser el poeta que habla con tus montañas;
escucha los suspiros que se escapan...
escucha los nuevos versos.

Urriellu, Naranjo de Bulnes,
si la luna blanca ahuyenta la noche negra,
tú llenas de majestad el bosque de fantasmas
pétreos que la noche trajo con sus tules negros,
un río de emociones recorre las mejillas
y llena de paz mis ojos enamorados.
Santuario, templo elevado, devoción de almas nobles,
altar abierto al sacrificio de recias ofrendas,
gloria para los que alcanzan la paz de tu paraíso
piedra firme, frente regia, de todo corazón fuerte deseada...,
si de algún pretendiente malogrado
los valles retienen su grito,
hacia occidente devuelves tu eco dolido
y llevas sus almas a la inmortalidad segura.
Nadie será testigo de que tus ojos han llorado,
nadie dudará que tu corazón se ha partido.
Fernando Martín Posada



El Naranco de Bulnes


El Naranco de Bulnes
(Soneto por Fernando Martín)


Bulnes y, un poco más arriba, el cielo
por la piedra ruda y senda infinita,
visión profunda que a respeto invita
y libre el corazón emprende el vuelo.

Vertientes escarpadas hasta el suelo
acunan al río que a paz incita;
corre, salta, brinca, canta y tirita
rompiéndole a cada piedra el frío hielo.

Arriba, paz, canto de aire sabroso,
silueta del águila y, singular
corona, Urriellu, talle rocoso,
monte de altiva frente y vertical
don de piedra, gusto de Dios, reposo
del alma y privilegio sin igual.



Diógenes


Diógenes
(Por Fernando Martín)

Con la lámpara encendida a pleno sol
busco un humano entre las masas,
libre de los ídolos de turno,
libre de frivolidad y picardía,
con corazón puro,
como de bienaventuranza.

No encuentro a mis amigos
por más que busco sus pisadas.
En la isla de mi mente
guardo azules mis sentimientos
y una esperanza con insomnio.

Mi pensamiento se vuelve a los montes
con su mirada prisionera de los tiempos.
Felicidad es tener el cerebro amorosamente ocupado
o el alma inundada de paz, como mística,
en un azul meditador colgado entre montañas.
Allá, en lo alto, las águilas cortejan las nubes
y vigilan con graznidos de saeta.
Subiré a las cimas,
cabalgaré sobre los vientos,
pondré a secar mi ánimo,
buscaré el manantial del infinito,
jugaré con los aguiluchos
a perseguir el desfiladero,
a saltar las cumbres,
a sentir el cielo.